Libres y empoderadas

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viernes, 16 de enero de 2015

Apuntes sobre el heteropatriarcado


El patriarcado es el sistema social en el que los hombres adultos ejercen de manera unilateral el poder, desde los núcleos familiares hasta los altos cargos de la sociedad, políticos y empresariales, excluyendo por tanto a las mujeres.

El sistema patriarcal tiene un origen antiguo, ya sea basado en supuestas creencias religiosas, ya sea por motivos sociales, lo cierto es que las sociedades mesopotámicas y las dos grandes culturas griega y latina (que se consideran la base de nuestra sociedad), eran patriarcales.

¿Cómo se sostiene este sistema que permite la discriminación de la mujer?

1.       Por un lado, el patriarcado se mantiene gracias a la dominación de la sexualidad de las mujeres. El hecho de que sean las mujeres las que poseen la capacidad reproductiva, ha condicionado a lo largo de la historia su papel en la sociedad. La familia, como núcleo básico de las sociedades, ha relegado a la mujer a su papel de madre y cuidadora. Por otro lado, la importancia dada por el hombre a la “legitimidad” de su descendencia, por motivos económicos, políticos y culturales, ha impedido a la mujer el libre desarrollo de su sexualidad, promoviendo ideas como el adulterio (penado para la mujer y permitido para el hombre) o la idea aún extendida de que las mujeres tienen un menor deseo sexual. Por otro lado, la prostitución es ejercida en la mayoría de los casos por mujeres. El patriarcado domina entonces la sexualidad femenina para la consecución de sus objetivos: la mujer sirve para dar placer al hombre o para la reproducción, pero no se considera de qué manera puede disfrutarla la propia mujer.

                Por otro lado, y dentro de la sexualidad en el patriarcado, se impone a lxs sujetxs la        idea ya mencionada de la familia, entendida como ese núcleo cerrado en el que una                pareja heterosexual se une para tener descendencia. Cualquier comportamiento que se aleje de estos patrones se considera subversivo y es visto con recelo; el patriarcado     no admite por tanto las relaciones homosexuales o abiertas, poliamorosas, o a lxs                 individuxs promiscuxs. Es por ello que se ha postulado el término             “Heteropatriarcado”, que retrata de una manera más precisa este sistema que no solo            discrimina a las mujeres, sino a cualquier persona que se aleje del binominio    hombre/mujer heterosexual.

2.       Como ya hemos señalado, el patriarcado relega a las mujeres a su papel de madres/cuidadoras. Se produce así un reparto del trabajo. Al hombre se le encarga la función de vivir de cara a la sociedad y mantener económicamente a la familia. De esta manera, la mujer vive y se desarrolla en el ámbito de lo privado, de lo invisible, de lo que no está en el mundo sino en la intimidad del hogar. Y será el hombre el que salga al espacio público, al mundo. La consecuencia de esta división es más que evidente: serán solo hombres los que dirijan los estados, quienes ocupen los altos cargos de las empresas, los que decidan la organización de la sociedad, los que realicen investigaciones y accedan al saber. Nos encontramos así con una cultura hecha por y para hombres, en las que las mujeres ocupan un segundo plano. No es de extrañar entonces que nos encontremos en una sociedad androcéntrica, en la que todo gira en torno al Hombre en tanto que ser masculino. Es muy importante señalar también que el trabajo de las mujeres en el hogar es un trabajo NO remunerado, de manera que el hombre, saliendo al mundo tiene una doble independencia: la de verse liberado de las responsabilidades familiares y la económica.

 ¿Qué consecuencias tiene el heteropatriarcado?

1.       En cuanto al trabajo:

-          Las mujeres quedamos en  un eterno segundo plano. Los altos cargos de poder están en manos de hombres (pensemos en cuántas imputadas por corrupción hay, frente a hombres, y no porque seamos más honestas…; cuántas presidentas hay en el mundo o que haya habido que esperar a 2015 para que una  mujer ocupe el mando del Poder Judicial).

-          La incorporación de la mujer al trabajo ha sido desigual en varios aspectos:

a)      Los trabajos a los que solemos acceder siguen relacionados con los roles atribuidos tradicionalmente a las mujeres, es decir, con los cuidados, de manera que incluso se consideran específicamente femeninos trabajos como la enfermería, la enseñanza en las primeras etapas de escolarización, los trabajos sociales… dado que los cuidados nunca han sido debidamente valorados (al fin y al cabo son una tarea femenina en un mundo donde lo masculino y lo viril se considera lo realmente importante) los salarios que percibimos las mujeres suelen ser notablemente más bajos.

b)      El hecho de trabajar fuera del hogar no ha eximido a las mujeres de sus ocupaciones en el hogar, de manera que su trabajo es doble. Al empleo remunerado hay que sumarle todo el trabajo en casa que a duras penas comparte y reparte con su pareja. El mito de que las mujeres tienen una capacidad innata para la crianza, el amor o incluso la limpieza sigue vigente.

c)       Estas dos condiciones limitan de manera más que notable el acceso a puestos relevantes, por lo que se ha hablado de un “techo de cristal” para las mujeres, un límite que es muy difícil superar. El hecho de que haya unas pocas mujeres que alcancen el mayor éxito profesional no anula esta realidad: para nosotras sigue siendo mucho más difícil desarrollar nuestras carreras profesionales.

2.       En lo referido a la sexualidad:

-          La sexualidad tanto femenina como masculina está constreñida bajo unos patrones rígidos de monogamia y heterosexualidad. Lxs individuxs que se apartan de estos parámetros son discriminados y se ven obligados, en muchos casos, a ocultar o modificar sus tendencias sexuales.

-          La sexualidad de la mujer no es contemplada como una fuente de placer o autoconocimiento, sino como una realidad o potencialidad al servicio de los hombres. Desde el núcleo familiar, donde a la mujer se le impone la obligación de satisfacer las necesidades sexuales de la pareja y la reproducción, hasta la industria del sexo (pornografía, prostitución) de consumo mayoritariamente masculino, pasando por la publicidad y el arte, en las que la mujer se presenta como un objeto sexual para el uso y disfrute de los varones.

-          La cosificación de las mujeres y la creencia de que estas deben satisfacer al hombre, llevan a una aceptación de la violación. Salvo casos de extrema violencia, a nivel social se asume que las mujeres deben estar disponibles para el hombre. Cuando se producen hechos de este tipo, se dice que la mujer “lo ha provocado” o “se lo ha buscado”; pues a esa negación del placer femenino le acompaña la creencia de un “instinto irrefrenable” de los hombres, del que las mujeres debemos saber protegernos.

-          Las mujeres debemos tener hijxs, pero dentro de los parámetros deseables para el heteropatriarcado. Cuando una mujer alcanza una edad, se le insta a tener hijxs; las mujeres no pueden abortar. Ahora bien, las mujeres solteras o lesbianas no son consideradas madres “adecuadas” y por tanto, se impide su acceso a la maternidad.

3.       En las cuestiones “cotidianas”.

-          Puesto que las mujeres han quedado apartadas del mundo del saber y el mundo público, en muchas ocasiones sus opiniones no son debidamente valoradas o no son tenidas en cuenta “Tú de esto no sabes” “calladita estás más guapa” o incluso “tú a la cocina” son expresiones que, por desgracia, no nos suenan extrañas.

-          El espacio público se considera inherentemente masculino; desde la zona de juegos de lxs niñxs tomada por los chicos, hasta el uso del transporte público, son los hombres los que ocupan, de manera simbólica y también física, el espacio. Muchas veces ocurre igual en el propio hogar, donde los hombres tienen reservados los lugares más cómodos o relevantes de la casa (el sofá, el centro de la mesa…)

-          Desde el heteropatriarcado se fomenta el mito (que por desgracia nosotras mismas a veces secundamos) de la rivalidad entre mujeres. Se nos retrata como seres envidiosos y chismosos que no soportan el éxito de sus pares y sin embargo refuerzan y alientan el éxito masculino. Es por ello que desde el feminismo se ha apostado como aspecto esencial de la lucha por la sororidad, esto es, la solidaridad entre hermanas.