Libres y empoderadas

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viernes, 9 de octubre de 2015

DESMONTANDO EL PATRIARCADO. 4. "EL LENGUAJE NO ES MACHISTA, LA QUE ES MACHISTA ES LA SOCIEDAD"


Desde el movimiento feminista hemos venido convirtiendo en asunto central la cuestión del lenguaje y por tanto no pueden faltar los machitos que tratarán de ridiculizarnos cada vez que tomemos la palabra para defender la posibilidad de un lenguaje que desafíe y deslegitime el lenguaje androcéntrico heredado. Haciendo uso de uno de sus argumentos favoritos, nos espetarán que deberíamos emplear nuestro tiempo y nuestras energías en luchar por cambiar las estructuras sociales materiales que colocan a las mujeres en un segundo plano (la desigualdad salarial, la violencia de género, el derecho al aborto, etc.) en lugar de ocuparnos de “chorradas lingüísticas”. Porque ellos, una vez más, saben mejor que nosotras el camino que ha de seguir el feminismo y por eso no pueden evitar darnos lecciones sobre el hecho de que el lenguaje es neutro y natural porque, claro está, nos ha caído del cielo. Porque la que es machista es la sociedad que produce el lenguaje, no el lenguaje en sí. Y ya con eso se justifican y se lavan las manos.
Pues bien, machirulo fan de la RAE, quizá te lleves un chasco cuando te enteres de que combatir la violencia material y la violencia simbólica no es incompatible, y de que no hay necesidad de elegir entre una u otra porque se relacionan entre sí. Cuestionar la discriminación lingüística parte del reconocimiento de que más allá de las estructuras materiales encontramos estructuras de dominación patriarcal en las propias bases del razonamiento, y en ellas se encuentran los procedimientos lingüísticos a partir de los cuales se producen los significados. Pensamos con palabras y por tanto el lenguaje cumple una función central en la construcción social de la realidad porque determina nuestra visión del mundo. Como producto cultural, sabemos el lenguaje no puede ser neutro, sino que refleja la ideología dominante, y esta es androcéntrica y patriarcal.
Lo que no se nombra, no existe, y las personas de identidades de género no hegemónicas han sido excluidas a lo largo de los siglos de las estructuras de poder, pero también de las representaciones discursivas y del repertorio de significados de las lenguas. Transformar el lenguaje en aras de no invisibilizar ni excluir ninguna identidad de género implica también modificar los modos de pensamiento.  A lo mejor te molesta tanto el lenguaje no sexista porque pone en jaque tu posición dominante y cuestiona los privilegios de la sociedad patriarcal en los que se basa tu poder.
No contento con esta explicación, nos dirás: “pues Noséquién es mujer y no se siente discriminada por el lenguaje”. Y es que resulta que percibir y sentir la discriminación en el lenguaje no depende de si se es él, ella o elle, sino que tiene que ver con tener conciencia de género, que no es atribuible en virtud de esencialismos. El lenguaje y los valores patriarcales que transmite se han ido construyendo de acuerdo con la visión de los grupos de poder dominantes, que han impuesto sus valores como únicos y objetivos, y por tanto estos valores se convierten en naturales. Es necesario realizar un ejercicio de replanteamiento, de cuestionamiento de los valores y de toma de conciencia para ser capaces de someter a crítica la ideología que subyace a los mecanismos lingüísticos que cotidianamente utilizamos.

Así que no vengas a decirnos cómo tenemos que hablar o escribir si ni siquiera te has cuestionado la posición que tú mismo ocupas en la estructura. 

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