En su obsesivo intento de librarse de toda culpa, el macho medio no dudará
en afirmar que la culpa del machismo la tienen las mamás porque han educado mal
a sus hijos. No tardarán en disculparse después diciendo que, por supuesto,
ellos ayudan mucho en casa y se hacen su comidita, encomiables tareas que les
alejan a ellos mismos de cualquier sospecha de machismo.
Muy bien, machote, acabas de coronarte: tú solo te has descubierto como el
más rancio de los misóginos. “¿Cómo es eso posible, taimada hembrista?”[1],
te preguntarás. Pues en primer lugar, difundiendo el primer mantra del
sacrosanto patriarcado, a saber: “las mujeres tienen la culpa de todo”. Desde
una maldita manzana hasta el suicidio de los varones más aptos, las mujeres han
tenido la culpa de absolutamente todo. El machismo no podía ser una excepción.
Pero hay un pequeño problema, preclaro e ínclito macho. Las mujeres no
tenemos la culpa de que exista el machismo. O al menos no sólo nosotras. O al
menos no sólo las madres.
Tu mamá te mima, y muchas mamás miman a sus niños. Por favor, demostrar
cariño, afecto y proporcionar cuidados no es malo. Sí, las mamás hacen la
comida, y procuran que les guste a sus nenes. Y le recogen el cuarto, y toda la
casa, y le compran la ropa, y se la lavan, y les hablan, les abrazan, les
escuchan y les quieren… ¡Qué astutas! Nos han hecho pensar que nos querían
cuando en realidad su astuto y malvado plan era PERPETUAR ASÍ EL SISTEMA QUE LAS OPRIME. Espera. Esto no tiene
sentido ¿Verdad?
PUES NO. NO LO TIENE. Pero resulta que mamá no vive aislada del planeta que
la rodea (por más que a veces apenas interactúe con él…). Mamá se ha criado en
una sociedad, en un sistema PATRIARCAL. Y este sistema, con su educación, sus
estereotipos, sus modelos a imitar y sus “tú aquí y tú aquí” nos ha impuesto a
cada uno y una de nosotres un lugar en el mundo. Y a mamá le dejaron muy claro
desde pequeña que su sitio era su casa y su única misión sus hijes. Porque hay
algo que estás olvidando, querido amigo de ideas antediluvianas, a las personas
no sólo nos educa mamá. Las personas nos forjamos con miles de influencias.
Mamá sólo es una de ellas, por más importante que sea. Papá, les abueles, les
ties, las amistades, les primes, el colegio, el profesorado, la televisión, el
cine, la literatura, el arte, la publicidad, ejercen sobre todas las personas
una influencia imborrable. Y sí, amigo, sí TODO ESTÁ PLAGADO DE MACHISMO.
Y puede que mamá reaccione. Puede que no quiera educar a sus hijes de esta
manera. Pero entonces va a tener que ser fuerte, muy fuerte, porque durante el
resto de su vida va a tener que escuchar que es una MALA MADRE. Y si su niño
quiere llevar tacones, le dirán mala madre por dejar que otres se burlen de su
hijo. Y si su niña quiere vestirse como James Dean, le dirán mala madre. Y si a
ella le apetece brindar una valiosa lección a sus hijes dándose un tiempo para
sí misma, le dirán mala madre.
Así que, machote, antes de echar la culpa a nadie, plantéate la paradoja.
Y luego te replanteas tú, que falta te hace.
[1] En realidad, nuestro hipotético macho seguramente no pronunciara estas
palabras, sino más bien algo así “¿Qué
putas gilipolleces estás putamente diciendo, puta feminazi puta? ¡Fea!”
Pero nosotras somos infinitamente más elegantes.
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